lunes, 15 de enero de 2018

#poema27 Comentario de texto de En la plaza, de Vicente Aleixandre

Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.


No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca.
Sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha
de fluir y perderse,
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los hombres palpita
extendido.


Como ese que vive ahí, ignoro en qué piso,
y le he visto bajar por unas escaleras
y adentrarse valientemente entre la multitud y perderse.
La gran masa pasaba. Pero era reconocible el diminuto corazón afluido.
Allí, ¿quién lo reconocería? Allí con esperanza, con resolución o con fe, con
temeroso denuedo,
con silenciosa humildad, allí él también
transcurría.


Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas y las reconfortaba.


Y era el serpear que se movía
como un único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso,
pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra.


Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede reconocerse.
Cuando, en la tarde caldeada, solo en tu gabinete,
con los ojos extraños y la interrogación en la boca,
quisieras algo preguntar a tu imagen,


no te busques en el espejo,
en un extinto diálogo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete.


Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos y se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y se crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y salta y confía,
y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.


Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor, en la plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir
para ser él también el unánime corazón que le alcanza!

                                                              Vicente Aleixandre

Estructura: Estamos ante un poema que, en función de su contenido, se puede dividir en las siguientes partes:

La primera de ellas se extiende desde el verso 1 al 13 y tiene como tema principal la exaltación de la necesidad de la vida en comunidad.

La segunda de ellas se extiende desde el verso 14 hasta el 37 en la que se expresa como idea principal el mantenimiento de los signos individuales de identidad en la colectividad y como idea secundaria la unidad de la sociedad.

La tercera de las partes se extiende desde el verso 38 hasta el final del poema que tiene como tema principal la exhortación a la participación en la sociedad de los individuos sin miedo para el desarrollo integral de sí mismos.

Resumen: La exaltación de la necesidad de la vida en comunidad conservando los signos individuales de identidad en la colectividad lleva a la expresión de la unidad de la sociedad y a la exhortación a la participación en la sociedad de los individuos sin miedo para el desarrollo integral de sí mismos. 

Tema: La persuasión de la necesidad de la integración del individuo en una sociedad

Comentario de texto:

Estamos ante un texto lírico cuyo autor es Vicente Aleixandre, uno de los autores más destacados de la Generación del 27. En la plaza, perteneciente a la obra Historia del Corazón (1954), pretende convencer sobre la necesidad de integrarse en la sociedad.

Tal vez en la España de Vicente Aleixandre ocurriera lo mismo que en la actualidad: no todos nos integramos en una sociedad, vivimos aislados de los pensamientos ajenos que no nos afecten a nosotros mismos, centrándonos en nuestro “yo” particular, vivimos encerrados en nosotros mismos y no nos abrimos a los demás; para que estos pudieran conocernos y nosotros a ellos, es como si constantemente lleváramos puestos unos auriculares que nos evaden de la realidad.

Pero, ¿por qué no nos relacionamos con nuestros conciudadanos? Por vergüenza, por miedo a ser juzgados,... Hay infinitas excusas que nos ponemos a nosotros mismos para no relacionarnos. Según Vicente Aleixandre relacionarse es vivificador y profundo, porque si nos integramos en la sociedad aunque nos perdamos en la muchedumbre, todos sabrán quienes somos, aunque esto también tiene inconvenientes: en los pueblos, donde todo el mundo se conoce, te sientes más presionado por el qué dirán; sin embargo en las ciudades donde nadie te conoce, te sientes más libre porque si nadie te conoce, nadie te juzgará.

Dado que, como muchas veces nos han insistido en distintas etapas de nuestra educación en recordarnos, el ser humano es un ser social que tiene necesidad de relacionarse con su entorno para poder subsistir, en el siglo XXI no podía ser menos, lo único que ha cambiado desde la época de Vicente Aleixandre (siglo XX) ha sido que el cara a cara ha pasado a un segundo plano: ahora las relaciones sociales pasan a ser a través de las redes sociales y esa plaza ahora queda casi desierta, sustituyéndose por un conjunto de nodos que constituyen la red de redes: Internet, que en muchos aspectos nos ha facilitado la vida y, sobre todo, nos facilita socializar con personas que quizás nunca conoceremos en persona y estar así más conectados con nuestro entorno, porque es mucho más difícil entablar una conversación cara a cara que detrás de una pantalla en la que dejan de existir los complejos.

En conclusión, en la actualidad la socialización cara a cara con los complejos que ello conlleva pasa a un segundo plano, pasando a basarse en las redes sociales que, en muchos casos, muestran una vida perfecta y sin complejos que nos frenen a la hora de relacionarnos.
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