martes, 10 de noviembre de 2015

ANIMALES, de Rosa Montero.

Hace un par de días de días hubo una manifestación en Madrid contra el uso de animales en experimentos de cosmética: como siempre, algunas personas contemplaron a los participantes con expresión de sorna. Porque todavía hay gente a la que la defensa de los derechos de los animales le parece una chufla. Esta opinión retrógrada nace de la ignorancia: el nivel de respeto a los seres vivos es sin duda un fino indicativo de la cultura y la tolerancia de un país.

Poco a poco vamos siendo todos más sensibles al sufrimiento de las bestias: pero aún hay tanto horror que estremece enterarse. Los animales son las víctimas por excelencia, silenciosas e inermes. Como los niños, o más aún que los niños, porque nunca tendrán palabras para pedir socorro. Pobres bichos callados, temblorosos grumos de vida, sometidos al sadismo de los humanos. Así sucede en las peleas de perros como las de Cueto (Santander): preparan a los animales encerrándolos
en cuartitos muy oscuros y administrándoles periódicas y salvajes palizas con cadenas.

Y así sucede con la experimentación. Según la Alternativa para la Liberación Animal (ALA), el 60% de los experimentos con seres vivos tienen fines bélicos, el 30% fines cosméticos y sólo el 10% fines médicos. Y aun éstos pueden estar hechos de modo inadmisible, como sucede, según denuncia la asociación suiza ATRA, en el departamento de cirugía de la Universidad de Bále (Suiza) y en el hospital cantonal de la misma localidad, en donde se mantiene a perros no anestesiados con el vientre
abierto durante meses, mientras les manipulan los intestinos. Antiguamente, a los animales sometidos a esta larguísima y espantosa tortura les cortaban las cuerdas vocales para que no molestaran con sus alaridos: tal vez hagan lo mismo los suizos. No me digan que toda esta atrocidad no nos atañe.
                                                                           ROSA MONTERO, El País, 31/03/1998

Este texto, publicado en el diario El País  es un texto periodístico de opinión en el subgénero de columna de opinión, pues su autora, Rosa Montero, tiene una sección fija en dicho periódico.

Además, podemos encontrar argumentos de hecho, ya que los hechos están constatados por autoridades. Llama mucho la atención que se utilicen tantos animales para fines bélicos y que sólo el 10% sea para lo que realmente importa, fines médicos. Después, la autora explica el maltrato que se le da a perros para el entretener a personas que disfrutan viendo como se despellejan los unos a los otros, en el que también podríamos incluir la tauromaquia, gente que paga para ver sufrir y morir a un animal, lo que no se puede calificar de otra forma que como acto sádico contra estas pobres criaturas.

Seguidamente, podemos distinguir argumentación emotiva; pues se habla de 
que los suizos les abren la barriga en canal para poder estudiar su funcionamiento y que, por si fuera poco, lo hacen sin anestesia, cosa a la que en la antigüedad le añadían el corte de cuerdas vocales.

Verdaderamente, el maltrato animal no es admisible, ya que el fin no justifica los medios, como en este texto se defiende, son criaturas indefensas que no tienen culpa de que nosotros tengamos la "necesidad" de experimentar con ellos para fines cosméticos o entrenarlos para la guerra.

Sin embargo, no es tan fácil decidir cuando se trata de experimentar para desarrollar la medicina, pues nos salva a los humanos de sucumbir ante alguna enfermedad. Ellos son los auténticos héroes de la medicina, pues mueren y sufren para salvarnos a nosotros pero, volviendo al tema que nos ocupa, habría que impedir en la medida de lo posible el sufrimiento de los mismos.

En ningún caso una alternativa a la experimentación con animales podría ser la experimentación médica con personas que, aunque en este texto no se hable de ello, hay médicos que experimentan con personas con escasos recursos económicos, cosa del todo inadmisible.

En conclusión, la experimentación con animales no debe implicar necesariamente su sufrimiento, y debería estar restringida a casos médicos pero, lo más importante es, como la autora defiende; que debemos tomar conciencia de ello, ya que está en nuestras manos que tantos animales dejen de sufrir cada día en el mundo para causas del todo innecesarias, por ejemplo, el puro capricho de sus cuidadores que les ppian gande palizas con cadenas, el entretenimiento o para la experimentación con fines cosméticos. Ellos también sufren, aunque no puedan comunicarlo como nosotros.



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