viernes, 12 de junio de 2015

"El Lazarillo". Tratado VIII


Vuestra merced, como usted sabe le he contado toda mi vida hasta el momento en el que le tuve que enviar la carta, pero ahora tengo un nuevo amo y, por ello, he pensado que a usted también le gustaría saber qué es de mi en la actualidad.

Pero, al cabo del tiempo, me han echado de mi trabajo (pregonero) porque, según las autoridades, mi historia causaba un gran escándalo que no se podía permitir.

Ahora me he buscado un nuevo amo, cuya profesión es limpiabotas. Este si que me trata bien, no como el ciego,ni el buldero, ni el capellán, ni el fraile, ni el clérigo.

Mientras le estaba yo contando mi historia a un grupo de jóvenes descubrí al que, hoy en día, es mi amo, ví cómo limpiaba las botas de mis oyentes. Este es uno de los mejores trabajadores que he conocido, ya que es honrado y simpático con sus clientes.

Además, en lo que llevo con él, que es respectivamente poco, me ha tratado muy bien. Es simpático y consigo comer diariamente que, en realidad, es lo que siempre he buscado.

Un día, sin comerlo ni beberlo, viví una gran aventura, en la cual me tuve que enfrentar con unas personas que no eran especialmente buenas. Me intentaron robar lo que llevaba encima, me defendí como pude, pero eran demasiado fuertes, me parece que eran extranjeros, porque en su habla se le notaba que no sabían cómo pronunciar correctamente las palabras, pero, tal vez me equivoque, ya que se podrían haber dejado llevar por la tensión del momento y que no le salieran bien las palabras, alomejor solo venían buscando pelea y hablaban así posiblemente para confundirme y,  así, que no pudiera saber de dónde provenían.

Bueno, pero eso no fue todo, cuando iba caminando sólo tranquilamente, volvieron a aparecer, nos cruzamos las miradas, pero, gracias a Dios, no pasó absolutamente nada.

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